Quisiera describir y reflexionar sobre algunas preguntas sin
respuesta, de cara al Taller de Economía Sagrada en enero próximo en Chile, y en torno a la nueva cultura del regalo.
Por un lado, la crisis financiera es endémica en nuestro
sistema. Es inevitable, simplemente porque el crecimiento económico no puede
seguir para siempre. Por tanto no es de sorprenderse que tanto personas como
países enteros caigan en bancarrota. Esta es una buena razón para querer tener
una vida menos dependiente del dinero. También lo es el hecho de que el dinero
es emitido como deuda, y como tal al participar del uso del dinero uno sabe que
está participando de la presión por transformar nuestro planeta y nuestro patrimonio
en actividades comerciales.
¿Pero qué tan posible es evitar completamente la participación del sistema? Aunque fuese posible, una pregunta más importante es: ¿qué tan sano es poner todo el esfuerzo en evitar el sistema? ¿Qué nos hacemos a nosotros mismos al hacer eso? Me parece que rechazar el dinero o el sistema es estar en guerra, otra vez. Y por cierto ese trayecto no trae felicidad, ni tampoco es capaz de crear algo nuevo (como ya sabemos no es posible desmantelar el sistema usando las mismas herramientas del sistema).
Muchos de nosotros estamos queriendo participar lo menos posible de la máquina del dinero y del sistema que devora belleza. Muchos dejamos trabajos bien pagados, dejamos la seguridad, por seguir nuestro corazón. Aprendemos a vivir con menos, a confiar. El riesgo es que mientras más queremos evitar el despilfarro, mientras más intentamos reusar la ropa de nuestros niños por ejemplo, es como si programáramos nuestra mentalidad hacia la escasez, y por tanto esa es la realidad que generamos. Nuestros pensamientos, nuestra mentalidad, son un gran imán que atrae la manifestación de la realidad externa como un reflejo de la interna.
En pocas palabras, un arma de doble filo. La esencia del regalo de la vida es la abundancia y la generosidad. Yo he decidido confiar, aunque seguido tengo que renovar esa decisión (cada vez que me visita el escepticismo o el miedo). Nos damos cuenta que la verdadera riqueza es la libertad para dar. La gran ganancia que es adoptar una mentalidad generosa, abundante, porque así esa es la realidad que proyectamos y que creamos en nuestro entorno.
Pero tampoco nos tragamos fácilmente que “el dinero es solo una ‘energía’ que no tiene nada de malo” (¿acaso los miles de niños que pasan hambre en áfrica, por ejemplo, tienen una mentalidad de escasez causante de su miseria?). Sabemos que esa y otras instituciones tienen que cambiar por el bien de la vida. Por cierto no es posible encontrar una solución intelectual completa a este dilema. Sin duda, el espíritu de la vida está a cargo de este asunto, nosotros somos meros pasajeros y nuestra tarea es darnos cuenta lo que se nos va mostrando. La única solución posible es seguir el corazón, más allá de lo ya conocido, me digo a mi mismo queriendo tomarme esto bien en serio. Aquí no hay nadie que me pueda enseñar el camino.
Como facilitador del Taller de Economía Sagrada, ¿cómo lo
hago yo? Sé que muchos que intentamos vivir desde la generosidad y la gratitud,
nos topamos con el mismo problema: la herida de la escasez es profunda en la
gente. Es tanto lo que duele, que apenas aparece oportunidad de ahorrar dinero,
de recibir un servicio sin condición de pagar, todos a la vez creemos ser el
que menos dinero tiene en todo el país. Hay gente que ha tomado mi taller de
dos dias y me ha dado 5 dólares, por ejemplo, gente que vive ahorrando al
máximo y aunque sean expertos en encontrar el pasaje más barato posible, de
todos modos puedan pagar un pasaje y viajar.
Siento que en el largo plazo, el ejemplo de generosidad no se pierde, de alguna manera queda una semillita. Cuando uno da un regalo, siempre hay alguien o algo que lo recibe. Siempre está Pachamama cuidando de mi familia. Yo bien poco o nada he sabido el cómo. Así ha sido siempre, jamáz nos ha faltado nada. Aunque muchas veces hemos estado al borde de la bancarrota financiera, nuestra alegria para compartir y sentirnos ricos nunca ha dejado de crecer, de hacerse cada vez más solida (gracias a mi mujer Javiera por eso).
Sin embargo, existe un segundo problema. En nuestra cultura lo que no tiene un precio se valora menos, se tiende a tomar a la ligera. Por ejemplo, la gente llega puntual a algo por lo que pagó, pero si es gratis puede que a última hora ni siquiera llegue (aún cuando esté ocupando un lugar que podría quedar para otra persona). O bien, entra la mentalidad de “si este señor no cobra, pues quizas es solo un pasatiempo para él, o no necesita dinero, o seguramente lo que tiene para compartir no es tan valioso o más bien son cosas que yo ya sé”. Alguna persona podría llegar al taller sin estar dispuesto a poner todo su corazón, en cuyo caso no hay posibilidad de que algo valioso realmente le pase. Lo que es peor todavía, es llegar al Taller con una actitud de “yo también tengo cosas que enseñar, aquí que hay una audiencia, voy a aprovechar de demostrar lo que sé”. Ese tipo de actitudes son una carga para los demás, los que verdareamente estamos dispuestos a enfrentar nuestras resistencias, miedos, incomodidades, ideas fijas, etc. con tal de recuperar nuestra Libertad.
Entonces, cuando pienso en esas cosas, me pregunto si debería yo cobrar por el Taller de Economía Sagrada. La sabiduría del regalo incluye que uno al regalar algo debe cuidar que el regalo sea bien recibido, es una manera de honrarse a uno mismo, al regalo y a la fuente misma del regalo. En aquel lugar donde el regalo no será bien recibido, mejor no entregarlo… Pero no me puedo tragar una visión del futuro que no contemple un cambio en nuestra cultura hacia el regalo. No puedo no seguir mi corazón. No tengo la respuesta a esta pregunta, sé que esto es algo que lo hacemos entre todos, que ahí está nuestra fortaleza.
Después de toda esta reflexión, mi decisión personal es avanzar hacia el regalo, abrir la compasión hacia quienes les atormente la escasez. Solo les pido que si quieren recibir lo que tengo para compartirles, que lo reciban con todo el respeto, con toda la dignidad, con toda la apertura. Pienso que leer este texto sirve para esto. ¡Vamos a hacer un trabajo hermoso y sorpresivo para todos/as en el taller!