Este es un desahogo de rabia saludable e
indispensable. Pura economía sagrada, un regalar. Me permito la torpeza, la
tontera de mi rabia, que ebulle desde mis entrañas queriendo destruir y
abriendo espacio para lo nuevo. Rabia por todas partes: una sola.
Como ya sabrán, nos encontramos
trabajando intensamente en el nuevo sitio web, junto con mi queridísimo hermano
Joe de Mighty by Design. Un asunto ha surgido, y es que hasta ahora yo he
usado en mi blog fotos que he tomado libremente de la web, en su mayoría sin
permiso de los fotógrafos. Me encuentro insistiendo en conseguir el
permiso del brillante fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, pues no solo sus
fotografías me cautivan sino que además siento que se comunican poderosa y
auténticamente con las miradas que intento compartir. En fin.
En el nuevo sitio web voy a dejar de usar
todas las fotos de las que no tenga permiso, por respeto. Una disculpa si
alguien se pueda sentir ofendido. Se trata de mi manera radical de sentirme
libre. Pero antes permítanme este reclamo enérgico: no estoy de acuerdo con la
narrativa que sustenta esa ética en el uso de las fotografías.
En primer lugar, ¿quién es el dueño de
una hermosa fotografía de una flor, el fotógrafo o la flor? ¿A quién tendría
entonces que pedirle permiso, al fot ógrafo o a la flor? Como decía el inmenso Atahualpa
Yupanqui, “gracias por celebrarme mis canciones pero lo bello de mi canto no lo
pongo yo, lo pone las montañas, el caballo, la tierra y el aromo. Yo solo lo
canto” (algo así, no recuerdo sus palabras exactas, ¿alguien que me ayude a
corregir esta cita?).
Charles Eisenstein habla extensamente
sobre esto en su libro Sacred Economics. En pocas palabras, nuestra obsesión
por ponerle propiedad privada a todo comenzó por la tierra (hubo alguien que en
algún momento simplemente la usurpó), continuó con el agua, y siguió con la
cultura, así con cada pedacito del regalo de la vida. Donde antes todo era en
la gratuidad o en la reciprocidad natural de la vida, apareció la idea
colonizadora de la pertenencia. Noción que bien tiene aspectos hermosos y
saludables también, como el derecho a la intimidad, pero noción a la vez que
merece urgentemente ser cuestionada.
Mención aparte para todos mis amigos artistas,
músicos, fotógrafos etc. que en su mayoría son tratados sin respeto por el
sistema convencional y que rara vez consiguen un vivir abundante como resultado
de su trabajo (salvo los famosos que por definición siempre son pocos).
Lo que estoy expresando puede resultar
inaceptable para todos ellos. ¡Estoy con uds en su legítimo reclamo por
dignidad! Solo que la solución que necesitan uds y que urge para la belleza y
salud de la vida no pasa por un control más estricto a sus derechos de
propiedad. Es más radical.
Un ejemplo que refleja esta situación: el
dueño de un restaurante que acaba de abrir, y le pide a un amigo músico que
venga a tocar gratis y así puede darse a conocer al público. El músico
responde: ¿porque no traes la comida de tu restaurant gratis a mi concierto, y
así puedas dar a conocer tu comida?
Al músico, al artista, siempre le piden
que haga su trabajo por menos dinero o de gratis. ¿Cierto o no? ¿Por qué no hacemos lo mismo con el restaurant o el
carpintero? Créanme yo también estoy cansado y enrabiado, de que mi trabajo de
Economía Sagrada no sea valorado como corresponde, y aprovecho de desahogarme:
¡QUE INJUSTO!
En el paradigma convencional, buscamos al
culpable y le echamos la culpa. Yo en mi expresión sincera hago lo mismo, ¡qué
injusto y qué rabia que tanta gente se compre el sistema tal y cual es!, y no
cuestionen estas cosas profundas e inaceptables. Entender lo que estoy diciendo
es entender fundamentalmente esta frase de Krishnamurti: “No es medida de salud
estar bien adaptado a un sistema profundamente enfermo”.
Lo que hago yo en mi trabajo es cero
apropiable. Venir a un taller de economía sagrada tiene cero impacto en las
futuros ingresos de una persona. Porqué. Porque la economía sagrada no se trata
de cómo mejor adaptarse a un sistema profundamente enfermo. Se trata de
relacionarse de manera sincera con el dinero, con todo lo que eso significa desde
lo íntimo hasta la situación global.
Se trata de salirse de los esquemas mentales y culturales que ahorcan, falsamente, el espectro de lo posible.
¿Quién me va a pagar por escribir las
cosas que escribo? ¿Quién me va a pagar por vivir la visión de economía sagrada
desde adentro hacia fuera? Pero que me paguen bien, así como para comer bien,
vestir a mis hijos, ir de vacaciones a la playa, comprar un computador nuevo
(este que uso está lentísimo- igual te agradezco mac). ¡Comprar un auto nuevo!
En mi rabia quisiera gritar que ¡¡NADIE!! Pero no es cierto. (De hecho, ojalá
me arrepienta de haber escrito esto muy pronto jeje).
Como toda expresión de rabia, por
legítima y saludable que sea, nunca es plenamente cierta, de hecho siempre es absurda,
torpe. Supuestamente, la rabia “no me conviene”.
Y sí soy apoyado, sí tengo
múltiples demostraciones de apoyo y sé que las seguiré teniendo (por ejemplo 60
donaciones y más de US$4,000 dólares en la campaña para el nuevo sitio). Como
dije al principio, este es un desahogo saludable, humano.
Cómo la rabia por un motivo es a la vez
la rabia de todos los motivos. Rabia por todas partes, una sola. Cómo se tejen
todas las emociones. Cerca de esta rabia hay una tristeza también, porque hay
tanta gente que siente esta opresión del sistema, incluso miseria... Tristeza
por amigos que han sido muy cercanos y que ahora están muy lejanos… Y cerca de la
tristeza hay un miedo: ¿otra vez, qué voy a hacer este próximo mes cuando se me
acabe todo el dinero que tengo? Y cerca de ese miedo está el honor porque no
tengo elección más que elegir lo único: mi corazón.
Los derechos de propiedad sobre la
tierra, sobre el agua, así como sobre las creaciones científicas y artísticas
tienen una parte de ilegítimos. En
realidad todas nuestras creaciones son fruto de la vida misma, influenciadas
por el mar de la cultura y del regalo de la vida que nos rodea, y por toda la
historia de creaciones hacia atrás. Una creación en realidad es solo el último
paso en una larga historia de experiencias, apreciaciones, inspiraciones
necesariamente colectivas. Necesariamente el regalo de la vida misma. No le
pertenece a nadie, a la vez que le pertenece al todo, a todos y todas.
Los derechos de propiedad constituyen, a
la vez, una traba a la creación e innovación. ¿Acaso no queremos que surjan
nuevas ideas, nuevos paradigmas, nuevas creaciones lo más libremente posible?
Yo como creador lo experimento, y eso que mis creaciones no tienen nada que ver
con generar ingresos pues como dije nada de lo que hago es apropiable. Y cuando
escriba un libro será bajo Creative commons, y no con derechos de autor. Por
eso digo que estoy al servicio de una visión que si de verdad entiendo, sé muy
bien que no me pertenece. Y sospecho que Sebastiao Salgado diría lo mismo. (Ojalá
lo diga).
Que rabia que lo apropiable sea más
valorado que lo no apropiable. Lo cobrable. Lo certificable por ejemplo. Por un
servicio certificado, se cobra bien (mientras má s
certificados más caro). ¿Y qué hay con la pérdida de lo sutil, lo íntimo, lo
diferente, lo que no cabe en una historia de transacción? Considero que lo más
valioso suele ser lo que se deja afuera.
De esta manera, espero, me encuentro con
el aspecto creativo de la rabia. Tanto la he despreciado, tanto le he temido.
Cada vez que he tenido rabia en mi vida me he aterrorizado de que el más dañado
y golpeado como consecuencia sea yo mismo. Me he avergonzado. Me he sentido
desnudo y ridículo, débil e incapaz.
Me pregunto por este aspecto guerrero
presente en toda nuestra historia como hombres. En todos nuestros discursos
amorosos y new age, hablamos de paz. Tal vez reprimimos lo que somos.
Revaloro nuestro guerrero innato, el
noble que ha estado en toda nuestra historia. El disciplinado practicante de
artes marciales en oriente. O el guerrero indígena de américa, el de las
sociedades guerreras del norte donde pertenecer era un honor espiritual. Y en
el Sur: el gran Leftraru de la nación Mapuche.
En mi hijo, que naturalmente quiere
pelearse una y otra vez con su hermana. Y hay una cosa que sí sé con la plena
certeza de mi alma: no hay nada malo en mi hijo ni en ningún niño, no existe
ninguna necesidad de ‘educarlo’ a ser mejor persona o reparar la maldad innata
en él.
Basta de domesticación.
Ya sé que esto despertará muchas
reacciones. En lugar de adelantarme y especular con lo que vas a pensar, estimado
lector, exprésate y reflexionemos.
De cualquier manera, hay una cosa que no
quiero hacer: pasar a llevar la voluntad de otro ser humano. Por ese motivo,
dejaré de usar toda foto de la que no tenga permiso.
Por último, gracias al talentoso y
visionario fotógrafo-antropólogo Pablo Mardones (Alpaca Producciones) que me ha
dado permiso para usar sus fotografías en el nuevo sitio. También he de
mencionar al menos dos grandes fotógrafos que también me han apoyado con fotos,
Doris Palma y Mattias Meyes. Sincera gratitud para todos. Admiro su trabajo, su
capacidad de ver.